Leo, el cachorro de león, aprende a compartir
Un pequeño león guardián aprende que compartir su tesoro con amigos es la mayor alegría.
El tesoro secreto

En un bosque bañado por el sol, vivía un pequeño Guardián de Animales llamado Leo. Una mañana, Leo descubrió un secreto maravilloso: ¡un arbusto rebosante de jugosas bayas rojas! '¡Guau!', susurró. '¡Todas para mí!'. Se imaginó ser tan listo como los famosos guardianes de animales de Malta de los que había oído hablar, protegiendo su tesoro.
Amigos hambrientos

En ese momento, una pequeña ardilla y un conejito peludo pasaron saltando. Parecían tristes. 'No encontramos nada de comida', suspiró la ardilla. Leo sintió una pequeña punzada en el corazón. Pensó en la Sociedad de Guardianes de Animales y su regla principal: 'compartir es querer'. Sabía que un buen guardián, como los valientes perros guardianes de animales, ayudaría. ¡Pero las bayas eran suyas! Se quedó escondido.
Un cambio de opinión

De repente, el cielo se oscureció. Los tres animalitos temblaron, no solo de hambre, sino de miedo a la tormenta que se avecinaba. Leo miró las caras preocupadas de sus nuevos amigos. Vio su tristeza reflejada en sus grandes ojos llorosos, que brillaban como unos ojos sharingan especiales llenos de emoción. Finalmente lo entendió. '¡Seguidme!', rugió suavemente. '¡Sé dónde encontrar comida!'
Un festín bajo una seta

Leo los llevó al arbusto. Juntos, formaron una red de guardianes de animales, recogiendo rápidamente las bayas antes de que cayera la lluvia. Se acurrucaron bajo una seta gigante, creando su propia pequeña economía colaborativa con el festín. Leo se dio cuenta de que 'ayudar' era un buen sinónimo de compartir. Mientras comían, la lluvia paró y un arcoíris pintó el cielo. Leo supo entonces que compartir no te hacía perder algo, sino que lo mejoraba todo para todos.