El sargento Alistair y la misión del alfabeto
Un valiente soldado de juguete lidera a su pelotón para restaurar el orden de los bloques del alfabeto en un cuarto de juegos.
La catástrofe del alfabeto

En la quietud de la sala de juegos iluminada por la luna, el sargento Alistair se quedó helado. Como un orgulloso empleado de Alphabet Inc., la compañía responsable de todo lo ordenado, esto era un desastre. Todo el inventario del alfabeto, de la A a la Z, estaba esparcido por la alfombra. La 'Z' se escondía bajo el porche de la casa de muñecas, y la 'P' había rodado directamente a un charco de jugo derramado. Alistair vio al culpable: el gatito Mittens, moviendo su cola peluda mientras salía trotando. «Esto es peor que esa historia que escuché, la que era como una película de soldados de juguete», murmuró. Restaurar el orden alfabético correcto sería su misión más importante hasta la fecha.
La sesión informativa de la misión

Con un agudo toque de su corneta, Alistair convocó a sus tropas. Los mejores soldados de juguete de la caja se reunieron ante él. «¡Hombres!», anunció con voz enérgica. «¡Tenemos una situación. ¡Pero tenemos un plan!». Señaló un gran libro de cuentos abierto en el suelo. Sus coloridas páginas servían como perfectas hojas de trabajo del alfabeto, mostrando cada letra en su lugar correcto. «Esta es nuestra guía. Nosotros, el mejor elenco de soldados de juguete para este trabajo, devolveremos cada letra a su sitio. ¡Tararead la 'canción de soldados de juguete' para mantener el ánimo! ¡Recordad la letra sobre el coraje! ¡Lo lograremos!».
Operación Orden Alfabético

La misión comenzó. El pelotón trabajó con precisión. Dos soldados levantaron el pesado bloque 'W', gruñendo por el esfuerzo. Otro usó ingeniosamente un trozo de cuerda para enlazar la 'L' y enderezarla. Para las letras más difíciles, un cabo listo usó un trozo de tiza olvidado para hacer un trazado del alfabeto en el suelo, dibujando líneas tenues para que las letras las siguieran. Encontraron a la tímida letra 'A' acobardada detrás de un oso de peluche y la convencieron suavemente para que fuera al frente de la fila. Fue un trabajo duro, pero ver la causa y el efecto en acción —un suelo desordenado volviéndose ordenado— los animó. El sargento Alistair observaba, con el pecho henchido de orgullo por su valiente equipo.
Un alfabeto victorioso

Por fin, la 'Z' encajó en su lugar al final del estante. La misión estaba completa. Los soldados de juguete se pusieron firmes, sus rostros pintados brillando de orgullo bajo la suave luz de la lamparita de noche. El orden alfabético estaba restaurado, una línea perfecta y colorida de la A a la Z. El sargento Alistair hizo un saludo impecable. «Un trabajo bien hecho, hombres», declaró. «Gracias a nuestra persistencia y trabajo en equipo, el mundo de las letras está sano y salvo». Se habían enfrentado a un desafío y, trabajando juntos y pensando lógicamente, habían devuelto el orden a su mundo, demostrando que hasta los soldados más pequeños pueden lograr las mayores victorias.