La familia dragón y el fuego que se apaga
Un joven dragón y su familia trabajan juntos para salvar su hogar.
La cueva escalofriante

Fiero, un joven dragón de escamas esmeralda, se estremeció. Era una sensación extraña para un dragón, especialmente dentro de su hogar volcánico. Miró el río de lava que serpenteaba por su caverna. Normalmente era una rugiente y brillante autopista de calor de color naranja, pero ahora era solo un goteo perezoso y opaco. «Abuelo Volcan», preguntó Fiero a su anciano y sabio mayor, «¿por qué las gemas de fuego de las paredes están tan tenues? ¿Y por qué hace tanto frío?». Volcan suspiró, su voz era un estruendo bajo. «El flujo del corazón de la montaña se está debilitando, pequeño. Si se detiene, nuestro hogar se volverá frío y oscuro para siempre». La hermana mayor de Fiero, Ignis, golpeó el suelo con su poderosa pata. «¡Entonces no podemos quedarnos aquí sentados! Debemos seguir el río hasta su origen y ver qué ocurre». Fiero asintió, su miedo reemplazado por la determinación. Este era su hogar, y lo salvarían juntos.
El viaje río arriba

El viaje río arriba fue difícil. La roca de lava enfriada era afilada y traicionera. Fiero, al ser pequeño y ágil, exploraba adelante, encontrando los caminos más seguros a través del paisaje escarpado. Ignis usó su fuerza para despejar rocas caídas y ayudó al abuelo Volcan, a quien le dolían sus viejos huesos, a superar las cornisas más altas. «¡Mirad!», gritó Fiero, señalando con una garra. «El lecho de lava está completamente seco aquí. ¡El problema debe estar justo delante!». Pasaron por un túnel de cristales brillantes que hacían eco de sus pasos, una señal de que se estaban acercando al núcleo del volcán. A pesar del desafío, trabajaron como un equipo perfecto. Cada dragón tenía un papel y se movían como uno solo, unidos por su propósito compartido.
El Corazón de la Montaña

Finalmente, llegaron a la Cámara del Corazón, la mismísima fuente del río de lava. Pero su camino estaba bloqueado. Un colosal desprendimiento de rocas había caído, sellando la entrada casi por completo. Solo un diminuto y débil chorro de lava lograba filtrarse por las grietas. «Un temblor de la montaña debe haber causado esto», dijo Volcan con gravedad, inspeccionando la pared de piedra. «Volarla con toda nuestra fuerza es demasiado arriesgado. Podría hacer que toda la cámara se derrumbe». Ignis miró las enormes rocas, frustrada. «¿Entonces qué hacemos? ¡No podemos mover esto!». Fiero no vio un muro imposible; vio un rompecabezas. Se acercó corriendo, sus agudos ojos escaneando el bloqueo. «No es un muro sólido», observó. «Es un montón de rocas. Si quitamos una piedra clave, tal vez el resto se mueva lo suficiente como para dejar pasar la lava».
La fuerza combinada de una familia

La sabiduría del abuelo Volcan, el poder de Ignis y la precisión de Fiero se unieron. Volcan señaló una gran piedra en forma de cuña cerca de la base. «¡Esa es la piedra angular! Si podemos romperla, se formará un canal». Ignis respiró hondo y desató un torrente de fuego al rojo vivo, calentando la piedra angular hasta que brilló como el sol. «¡Ahora, Fiero!», rugió. Fiero se concentró, y de su boca salió una llama azul, delgada e increíblemente caliente, un don poco común. La apuntó directamente a una grieta fina que el calor de Ignis había revelado. La piedra siseó, gimió y, con un fuerte CRUJIDO, ¡se partió en dos! Las rocas de arriba se movieron y se asentaron, abriendo un canal nuevo y ancho. La lava de la Cámara del Corazón surgió, un río magnífico y rugiente una vez más. Lo habían conseguido. De vuelta en su cueva, el calor regresó y las gemas de fuego brillaron más que nunca, reflejándose en los ojos felices de la familia dragón.