El elfo y las bayas de luna
Un elfo aprende que compartir con un amigo lo hace todo mejor.
Un descubrimiento brillante

En un bosque mágico bañado por el sol, un pequeño elfo llamado Pip encontró el tesoro más maravilloso: ¡un alto arbusto cubierto de brillantes bayas de luna! "¡Guau!", exclamó. Eran sus favoritas, brillando como diminutas lunas azules. "¡Las quiero todas para mí!", pensó, agarrando con fuerza su pequeña cesta.
Demasiado alto para alcanzar

Pip se puso de puntillas y estiró sus bracitos tan alto como pudo. Saltó y brincó, but las deliciosas bayas de luna estaban fuera de su alcance. Vio a su amigo, Griz el gnomo, que era muy fuerte pero tampoco muy alto. Pip suspiró, sintiéndose un poco triste y hambriento.
Una idea inteligente

Entonces, Pip tuvo una idea brillante. ¿Y si compartía? "¡Griz!", gritó. "¡Si me ayudas a alcanzar las bayas, las compartiremos todas!". Griz el gnomo sonrió ampliamente. Se agachó y Pip se subió a sus robustos hombros. ¡Juntos, eran altos y fuertes!
Una dulce recompensa

Con la ayuda de Griz, Pip recogió fácilmente hasta la última baya de luna, llenando la cesta hasta arriba. Encontraron un tronco cómodo y cubierto de musgo y se sentaron. Pip le dio a Griz un gran puñado de las dulces y brillantes bayas. Sabían aún mejor porque las estaba compartiendo con un amigo.